Con
un padre fotógrafo y una madre pintora, lo natural es que Mary Quintero
(Melide, 9 de noviembre de 1.931) tuviese alma de artista. Desde muy pequeña se
interesó por la pintura, y aprendió el dominio de las luces y las sombras en la
fotografía de la mano de su padre. En su estudio tenían una galería con techo y
un lateral acristalados por donde la entrada de la luz estaba regulada mediante
unos cortinones. Sus padres los colocaban estratégicamente para conseguir los
efectos deseados, y el día que llovía y estaba oscuro, no se sacaban fotos. Fue
pionera y precoz en todo su quehacer profesional: primera exposición
fotográfica a los quince años, primera mujer fotógrafa especialista en retratos
de España y, probablemente, la primera con estudio propio. Según cuenta, antes
había otras, pero eran más bien ayudantes de sus maridos, que eran los
fotógrafos. Ellas eran las que colocaban a los que iban a retratarse y hacían
otros trabajos por el estilo. Les llama “el batallón de las sombras”, porque
nunca figuró su nombre. A los quince años su padre la envió a Madrid a aprender
“retoque fotográfico” con un fotógrafo amigo suyo y fue la primera que realizó
la técnica con colores transparentes, con lo que las fotos parecían de color y
no pintadas. Por su estudio situado en la calle Urzáiz han pasado casi todos
los niños de Vigo. ¿Quién no tiene un retrato hecho por Mary Quintero de su más
tierna infancia, o con motivo del día de la Palma y del traje que se estrenaba
en dicha fecha, o por la Primera Comunión? También han posado políticos,
banqueros, empresarios, y miles de hombres y mujeres anónimos de Vigo y de todas
partes del mundo.
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P:
En estos momentos en que la técnica de sacar una foto y darle unos retoques
está al alcance de todos, ¿qué diferencias
puede haber con un retrato hecho por un profesional?
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R:
La técnica no es arte, pero el que está detrás del objetivo puede ser un
artista. No ve lo mismo una persona que otra, y además, está la luz que le
pones, saber cual es el lado bueno, qué destacar, qué ocultar, disimular o
potenciar…
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P:
¿Cómo se trabajaba cuando empezó en esta profesión?
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R:
Antes éramos artesanos porque hacíamos los productos, los reveladores, el
fijador… Las sepias las hacía con una fórmula de mi padre.
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P:
Usted que ha sido especialista en retratos de niños, ¿qué diferencias hay con
fotografiar adultos?
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R:
Para los niños buscaba que saliesen divertidos, ya que siempre son naturales;
no saben fingir. Para las chicas, intentaba que resultasen estilosas, modernas…
Que fuese un retrato un poco atemporal, por lo que en la ropa les recomendaba
evitar los estampados, o cualquier cosa que distrajese de cara, cuerpo y manos.
En cuanto a los hombres, buscaba la personalidad pero no la belleza. Con las
canas ganan mucha personalidad; yo les recomiendo que no se tiñan.
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P:
¿Cómo podemos diferenciar lo que es un buen retrato de uno que no lo es?
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R:
Un buen retrato tiene que reflejar la personalidad del que se fotografía. Por
ejemplo, en un conocido escultor, le hice unas fotos donde lo que más resaltaba
eran las manos callosas y fuertes de trabajar, porque era su rasgo más
característico.
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P:
¿Cómo vivió el paso a la era digital en la fotografía?
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R:
Lo encontré genial porque hay muchísimas más posibilidades y es mucho más
sencillo realizarlas. Cuando estaba empezando el cambio fui a Bilbao a un
congreso y todos estaban pendientes por oír qué me parecía, pensando que por mi
edad estaría en contra. Yo les dije que era el futuro, que no nos podíamos
quedar atrás con respecto a nuestros clientes. Es como si ellos fuesen en
Mercedes y nosotros nos empeñásemos en seguir yendo en coche de caballos.
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P:
Por último, ¿qué le parece el photoshop que se hacen algunas famosas para
aparecer en las portadas de las revistas?
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R:
El photoshop no es algo moderno. Antes también se retocaba, pero eran retoques
naturales. Cuando daba cursos de retoque siempre les aconsejaba a mis alumnos:
“no les dejéis culito de niño”.
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