domingo, 23 de agosto de 2015

NO ESTABA MUERTO


                    Mi abuela materna, una mujer muy práctica que falleció pocos días antes de cumplir los noventa y seis, vio como sus últimos años de vida iban muriendo casi todos sus amigos y conocidos. Cuando había que darle alguna de estas noticias, procurábamos hacerlo con mucho tacto, para que no se llevase un gran disgusto. Pero un día, después de decirle que una de sus amigas de las fiestas de verano de su lejana juventud había fallecido, comprobé extrañada que ni se inmutaba. Levantó la vista de la novela de Agatha Christie que estaba leyendo, alzó las cejas con gesto de sorpresa y me dijo:

-         Pero, ¿no se había muerto ya?

-         ¿Quién te ha dicho eso?

-         Me parece que nadie, pero como soy tan vieja, decidí hace ya tiempo que todos los de mi quinta están muertos. Así no me llevo más disgustos ni sorpresas.

                Yo no me había dado cuenta, pero mi cabeza comenzó a razonar un poco de ese modo. Así que, si a un paisano no lo veía por el pueblo desde hacía algún tiempo, lo daba por muerto. Con este método “maté” al sacristán hace un par de años. Así que un fin de semana, cuando lo vi sentado el domingo en un banco de piedra que hay a la puerta de la iglesia, me llevé un buen susto e incluso creo que di un respingo. Miré a mi madre con los ojos muy abiertos y le pregunté en voz baja:

-         Pero el sacristán, ¿no se había muerto?

-         Ya ves que no- me contestó tan tranquila.

            Ella siguió andando como si nada hubiese pasado, pero yo tuve que pararme para poder respirar normalmente y que los latidos volviesen a su ritmo normal. Creí que el corazón me saltaba del pecho. Tenía miedo de saludarle, y más miedo aún de que me contestase. Y es que no todos los días uno es testigo de la resurrección de un muerto.

miércoles, 19 de agosto de 2015

A ISLANDIA HAY QUE IR EN VERANO

               Es la conclusión a la que he llegado después de que Maya me haya contado sus aventuras por tierras islandesas. Cuando dijo que se iba una semana a Islandia pensé: "otra más". Desde el año pasado ya son varias las personas que conozco que han decido ir a conocer este país situado en el extremo más al noroeste de Europa. Ninguna ha vuelto decepcionada. Para mi, hasta ahora, pensar en Islandia era pensar en frío y nieve. No había sentido nunca la más mínima curiosidad ni deseo de montarme en un avión y viajar hasta allí. Viendo las maravillosas fotos de Maya, mi concepto de Islandia se ha modificado. Es verdad que hace frío, incluso en verano, pero a partir de ahora pensar en Islandia será pensar en naturaleza en estado puro, cascadas, glaciares, fiordos, lagos, farallones, auroras boreales y, por supuesto, volcanes.


 

 
 
¡Importante! Hay que llevar ropa de abrigo, o si lo preferís, comprar un típico jersey
islandés de pura lana como este que lleva Maya. Al parecer se usa mucho en verano.
                       Islandia es un país de cascadas espectaculares.
                            Éstas son algunas de las más vistosas.


Cascada Skógafoss


Dettifoss


Hraunfossar

         Las playas de Islandia tienen la arena negra porque su origen es volcánico.
 
Al fondo se ven los Reynisdrangur,  supuestos “trolls” gigantes de roca
originados por la erosión que causa el oleaje del Mar del Norte.




 


En islandés glaciar se dice "jökull". Los glaciares cubren el  11% de la superficie total des país y atraen a miles de visitantes cada año.
 
 
 
 

 

La construcción de las "casas de césped" se remonta al siglo IX y  representa la arquitectura típica de Islandia. Debido al clima ártico, apenas crecían grandes árboles en la isla, por lo que la madera era un bien escaso y muy caro. En cambio, el césped es muy abundante por lo que la gente edificaba sus casas cubriendo las paredes y el techo con césped. Éste echa raíces y se puede mantener en buen estado durante unos setenta años. 
Es muy buen aislante; retiene el calor y sirve, por tanto, de sistema de calefacción central y fuente de producción de oxígeno.   
 


 

 

 


 

 


 



 
El Sun Voyager, escultura de Gunnar Árnason situada e ReyKjavik
y que representa un barco vikingo
 


 



 

lunes, 10 de agosto de 2015

SIGUIENDO LOS PASOS DE KURT WALLANDER

                  Aunque ya desde el siglo XIII se tiene constancia de la existencia de la localidad de Ystad en el sur de Suecia, desde finales del XX se ha hecho mundialmente conocida gracias a su famoso detective Kurt Wallander. El protagonista de las novelas de Henning Mankell vive y desarrolla su trabajo en esta ciudad. Siempre sobrepasado por los acontecimientos, por los asesinatos sin sentido, por la falta de medios en su trabajo, por sus problemas familiares y personales, Wallander manifiesta no comprender el mundo que le rodea. Resuelve los asesinatos, pero siempre nos deja inquietos. Consigue hacer nuestra su angustia y que sus dilemas nos hagan pensar. Los motivos para cometer un crimen en las novelas de Mankell son siempre inquietantes e incluso, muchas veces, incomprensibles.
                 La ciudad y la zona que la rodea parecen tan apacibles que cuesta creer que ese sea el escenario de tanta maldad. Sus calles están llenas de casas pintorescas, algunas del siglo XVIII en perfecto estado de conservación.



            En la oficina de Turismo podemos pedir un folleto sobre Wallander. Sobre la base de un plano de la ciudad, se señalan los principales puntos relacionados con el personaje, haciendo referencia también a la novela y la circunstancia en la que son citados. Solo están disponibles en inglés, alemán y, por supuesto, sueco. Existen guías especializados y varias rutas que se pueden seguir.

          La calle Mariagatan es un punto obligado de peregrinaje para todos los fans. Allí vive y aparca su Peugeot azul el detective. Cuando tiene un caso entre manos, sabemos que duerme poco, a veces incluso en el coche, por lo que es probable que pase poco tiempo en su casa. Es una calle pequeña, mal asfaltada, con poco tráfico, de casas de no más de tres pisos, casi todas de ladrillo caravista, y sin jardín. Hay otras calles más vistosas en la ciudad, pero ésta es tan deprimente que va a tono con el humor del personaje.  



La plaza principal es Stortoget donde se sitúa la librería frecuentada por Wallander, y el restaurante de Lotta a donde invita a comer a Ryberg en una de sus novelas.


Para los que no seáis fans de este personaje, podéis visitar Ystad por otras razones: sus rincones pintorescos, sus casas típicas y su tranquilidad. El buen tiempo, como podéis apreciar en la última foto, no es uno de los atractivos de la zona.