domingo, 25 de octubre de 2015

UN PASEO POR MOSCÚ-1

             Me hubiese gustado visitar Moscú antes, a principios de los noventa, cuando se inició la Perestroika y se produjeron los cambios económicos y políticos que llevaron a la desmembración de la antigua URSS. Si hubiese paseado entonces por sus calles, me habría fijado en la expresión de sus caras, en si mostraban curiosidad, esperanza, ilusión... El capitalismo en el que viven hoy en día y la globalización les ha llevado las últimas novedades tecnológicas, los modelos más caros de coches, las tiendas de marcas de ropa más exclusivas... Sin embargo, hay algo que no encaja. Los rostros son inexpresivos, como si no les estuviese permitido mostrar sus sentimientos; la gente no te sonríe, ni siquiera aunque tú lo hagas de oreja a oreja. La seriedad y la circunspección parecen la norma en Moscú. Frente a esto, uno observa los colores de la catedral de San Basilio, las cúpulas doradas de las iglesias ortodoxas, las tradicionales matrioskas, los iconos... y parece que tanto colorido es más propio de un país del sur, que de un lugar donde los inviernos deben parecer interminables.
 
LA PLAZA ROJA
 
          La entrada a la Plaza Roja está franqueada por la Puerta de la Resurrección con su capilla de la Virgen Iveriana, que era la primera visita que realizaba el Zar a su llegada a Moscú. A finales del siglo XV, Iván II dio orden de derribar las casas que había delante del Kremlin para dejar sitio a esta plaza. Mide unos 500 metros de longitud y en su extremo norte se sitúa el Museo de Historia, con su característico ladrillo rojo, mientras que en el extremo sur se alza la catedral de San Basilio. Nada más entrar, a mano izquierda, se sitúa la Catedral de Kazán, que alberga el icono de la Virgen de Kazán. A continuación los inmensos almacenes GUM con su techo de cristal, y sus tiendas exclusivas. A la derecha de la plaza se puede ver la muralla del Kremlin y, más o menos en el centro, una construcción oscura y cuboidea que alberga el cuerpo embalsamado de Lenin. Detrás, tumbas de dirigentes ilustres dela URSS.
 
Puerta de la Resurrección.
 
 
Museo de Historia
 

Catedral de Kazán

 

A la izquierda los almacenes GUM, al fondo San Basilio y a la derecha la muralla de Kremiln. 
Una de las majestuosas entradas a los GUM.
Interior de los GUM.
Abajo, la iluminación nocturna de los GUM.


 
Mausoleo de Lenin.

 
Tumbas de dirigentes rusos durante el comunismo.


San Basilio
Uno de los iconostasios que se pueden ver en San Basilio.



San Basilio, la nuit.

 EL KREMILN

          La construcción inicial data del siglo XII y su nombre significa fortaleza. A finales del siglo XV, el Zar Iván III encargó a unos arquitectos italianos famosos de la época la construcción del nuevo recinto. También se encargaron de la Catedral de la Asunción, donde serían coronados los zares,  y de un maravilloso palacio renacentista facetado cuya fachada se puede ver en la plaza de las catedrales. Al recinto del Kremlin se accede a través de la Torre de la Trinidad (en obras) por donde Napoleón entró triunfante en 1812, para salir derrotado tan solo un mes después. Se pueden visitar varias catedrales con sus imponentes iconostasios ( catedral del Arcángel, de la Anunciación, de la Asunción), el campanario de la Asunción que es un edificio independiente, detrás del cual podemos ver la Campana del Zar, la Armería Estatal (sede de las colecciones imperiales)y el Palacio del Patriarca.
Catedral de la Asunción.
 
Campanario de la catedral del a Asunción con la campana del Zar.

 
El moderno Palacio Estatal del Kremlin en cuyas cristaleras se reflejan las cúpulas de la Catedral del Asunción. El viejo y el nuevo orden.



El cañón del Zar.
Abajo, el Kremlin visto desde la otra orilla del río Moscova.




OTRAS COSAS QUE VER EN MOSCÚ...
 


Catedral del Salvador al fondo.



Ministerio de Asuntos Exteriores.

Detalle de las puertas del ministerio de Asuntos Exteriores.

La Biblioteca Estatal


Jardines del Kremiln
 
 

domingo, 4 de octubre de 2015

ALES STENART: EL STONEHENGE SUECO

                  Hace unos 1.400 años, hacia el final de la edad de Hierro Nórdica, los habitantes de la región de Escania en el sur de Suecia, alinearon cincuenta y nueve bloques de granito en forma de barco, con su proa y su popa, construyendo así un conjunto megalítico asombroso. Eligieron una explanada desde la que se podía vislumbrar sin dificultad los recortes de la costa sueca, así como las embarcaciones que surcaban el Báltico. Desde esta atalaya se distinguía bien si se trataba de amigos o de enemigos y, a su vez, era fácil descender a las playas de cantos rodados negros del Báltico. Algunas de las piedras fueron transportadas desde una distancia de cuarenta kilómetros; otras fueron obtenidas de un dolmen cercano datado en el 2.500 AC cuyos restos se encontraron recientemente.
               Las construcciones de este tipo en forma de barco se consideran monumentos funerarios y, según leyendas de la zona, allí estaría enterrado el legendario rey Ale el Fuerte. Éste caudillo vikingo venció en infinidad de batallas durante más de veinticinco años, al parecer porque tenía una mirada que aterrorizaba a sus enemigos. El que consiguió matarle, lo hizo tras cubrirle la cara para no mirarle a los ojos. Otras teorías menos populares señalan que el monumento se construyó en honor a la tripulación de un barco que pereció en el mar, o que fue un calendario para determinar algunas fechas del año.
 
            Cuando uno visita este lugar, percibe que la construcción en ese preciso punto tuvo que tener un motivo especial. El paisaje que le rodea, la relación tan estrecha con el mar, el viento que sopla sin tregua, la vista privilegiada del Báltico con las costas polacas al fondo... Algo pasó para que las personas que lo erigieron, obligadas o no, se dedicasen a la fatigosa tarea de transportar hasta allí todas y cada una de esas piedras de granito. No sé si los arqueólogos podrán aportar las respuestas pero, mientras tanto, nosotros podemos dejar volar nuestra imaginación acerca de este sorprendente monumento.