domingo, 7 de diciembre de 2014

OPORTO Y SUS ENCANTOS.

              Ayer volví a visitar Oporto y creo que he sufrido el síndrome de Stendhal. En mi caso, se trata más bien de una recaída. Desde que cruzamos el puente sobre el río Miño que une Tuy con Valença, noté los primeros síntomas de este síndrome: palpitaciones, temblores, ansiedad...No llegué al "desvanecimiento" porque creo que ese síntoma extremo solo se presenta en los casos más severos, que suelen ser cuando uno visita Florencia por primera vez. En mi caso, creo que sufro una variante aún no descrita que consiste en que cuantas más veces voy más me gusta y, por tanto, más ganas de volver.
 
            En los últimos quince años Oporto ha sufrido una asombrosa transformación en una ciudad singular y atrayente para cualquier viajero. Los portugueses han sabido combinar su tradición centenaria con una vanguardia renovadora y, por ello, sigue perviviendo un pequeño comercio con reminiscencias coloniales a la vez que han proliferado los grandes centros comerciales.



Comercio típico


      Podemos llegar a Oporto en tren, a la estación de San Benito. Allí nos encontraremos con unos azulejos de principios del siglo XX que reproducen escenas cotidianas y algunas otras de la historia de Portugal.







          
                 Desde San Benito, podemos bajar hasta el mítico barrio de la Ribeira situado en el margen derecho del río. Sus calles son estrechas, adoquinadas y muy empinadas. Las casas típicas, la ropa tendida al sol y las pequeñas iglesias encaladas forman un alegre mosaico de color.



 


        En el margen izquierdo, cruzando el puente de Dom Luis I, están las famosas bodegas de Oporto, en Vila Nova de Gaia. Esta zona ha sido completamente remodelada recientemente y las embarcaciones tradicionales en las que transportaban las cubas de vino -rabelos- se han convertido en barcos para turistas.


Puente Dom Luis I


Rabelos


 
       Si seguimos todo el margen derecho del río hasta su desembocadura, llegamos a la "Foz do Douro". Varios faros que siguen funcionando guardan esta zona que supongo que sería de especial peligro, viendo cómo rompen en su playa las olas del Atlántico. Centenares de pescadores clavan sus cañas en la arena, y miles de ciudadanos caminan o corren por su paseo marítimo a diario.




   




             En las casas construidas en primera línea de la Foz se nota el esplendor de los días pasados, pero no han perdido nada de su encanto. Algunas, las menos, están en malas condiciones y deshabitadas. Casi todas tienen grandes ventanales, y viendo la puesta de sol desde el paseo marítimo se entiende bien el porqué.





                 En esta zona se encuentra uno de los restaurantes de moda de la ciudad: el "Cafeína". Es difícil poder ir sin reserva y, cuando está lleno, ellos mismos te recomiendan el "Terra" que está situado enfrente y es igual de acogedor, con buen servicio, la comida espectacular y el precio bastante adecuado. Tiene la ventaja de que podemos tomar sushi en la planta baja o cocina tradicional en el primer piso. ,
 




 
 

 
                        Otro de los encantos de Oporto es su decoración e iluminación navideña. En el corazón de la ciudad, justo delante del ayuntamiento, colocan el árbol de Navidad, con una gran estrella en lo alto. Sin duda ninguna, Oporto es una de las ciudades que podemos visitar en cualquier época del año porque siempre nos va a sorprender.
 

 

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