domingo, 2 de noviembre de 2014

PASEOS EN OTOÑO

                 Salir a caminar sin más límites que la hora de la puesta de sol da una sensación de libertad absoluta. Conocía partes de la ruta por haberlas hecho muchas veces en coche. Sin embargo, ahora iba a hacerlas a pie. Iba a curiosear en todo lo que me topase por el camino: árboles, letreros, maleza, colores del otoño, animales grandes y pequeños. Iba a oler los olores y a dejar que perros desconocidos me oliesen a mi. A hablar con gente que no conocía pese a vivir separados solo por unos pocos kilómetros. A ver casas abandonadas por las personas que un día no muy lejano las habitaron y en las que ahora viven de okupas árboles, maleza y algún que otro bicho.
 
El cartel lo pone bien claro. No todos los caminos conducen, pues, a Roma. Algunos solo conducen a O Monte.
 

Esta casa ya no está abandonada. Ahora viven en ella zarzas, un manzano ( que no se ve), helechos, y otras muchas especies que  no sé identificar.

Ésta pobre no tiene ni maleza dentro.

A ésta solo vienen en verano. Es preciosa así, como semi-abandonada. Una manita de pintura haría maravillas, o quizá le quitaría su encanto y ese aire de misterio que tiene.

Ésta es vecina de la anterior. Los desconchones le dan un aire decrépito, pero parece mantener su orgullo intacto.

No sé  qué tienen que ver las Almas del purgatorio con el maíz, pero ahí está colgado.

Un pazo que no había visto nunca a pesar de pasar por ahí en coche cientos de veces.

Árboles que se tuercen y luego, arrepentidos, se enderezan.

Setas que se creen flores.

Setas que no quieren estar solas y van en comuna.
Capilla en medio del monte.

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